No la amo, y ella, menos a mí; además, yo tengo a Libertad, mi novia, con quien mantengo una relación desde hace poco
más de tres años. Sencillamente, a
Julieta y a mí nos agrada conversar y sabernos íntimos, compartir una ínfima
porción de nuestro tiempo. Echamos mano de la mutua confianza. Disfrutamos de
nuestros escasos encuentros: una comida, una caminata, alguna visita al Centro
de la Imagen o simplemente reunirnos en su casa. Nos gusta compartir ese sabor que el fastidio deja en nuestras pupilas,
ese dejillo magro. Nuestras palabras intentan encontrar en la conversación un
camino para la expiación. Me gusta sentirla cerca de mí, percibir en sus
prendas el aroma de la ciudad, mirar su falsa juventud.
Aún mantengo mis dudas sobre el
consentimiento que me dio Libertad: mantener alguno que otro encuentro sexual
con una mujer mayor de 38 años, siempre y cuando utilice preservativo y no se
lo platique a ella. Con Julieta únicamente he dormido aquella vez que después
del concierto me quedé en su casa. De lo sucedido no me arrepiento. El éxtasis
que experimenté esa noche en su habitación fue hermoso. Mi espíritu se conmueve
con tu melancolía, Julieta.
Hoy es mes de mi cumpleaños, mayo de 2009.
Julieta me invitó a una pulquería cerca de la estación del metro Zapata para
celebrar mi aniversario; de las pocas que conozco es la mejor. Me agrada porque la frecuentan personas que, según yo, se conocen desde hace ya
varios años. Incluso pudieran ser amigos desde la infancia. En su mayoría son
hombres que rebasan los 45 años y se juntan para descansar y convivir mientras
beben sabroso pulque, se echan un taco (chicharrón y frijoles esta ocasión) y
juegan dominó o baraja. El ambiente en la pulquería es de total camaradería. Me
gusta observar aquellos rostros cargados de años e imaginar todas las historias
que sus recuerdos pueden contar.
Julieta invitó a un amigo suyo.
Para cuando yo llegué, ellos ya estaban en el lugar. ¡Curioso! Ella estaba con
un sujeto al que yo ya conocía, Bassó. Era mi antiguo compañero de aquel curso
de francés que tomé en un Centro de Lenguas Extranjeras. Bassó es estilista y
tatuador. Atiende principalmente a gente afecta a los distintos grupos
suburbanos, para él lo más importante es el respeto a la diversidad. Resulta
que él y Julieta mantienen una amistad desde hace aproximadamente 10 años,
originada cuando Julieta acudió a su estudio para tatuarse una orquídea en el
muslo.
La pasamos muy bien… Julieta nos platicó un
poco del libro que está leyendo: Los escritores invisibles de Bernardo
Esquinca. Fue un libro el que provoco que nos conocieramos fuera de una tienda de ciclismo.
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